viernes, 16 de enero de 2015

PRIMER ASENTAMIENTO ESPAÑOL EN GUINEA

By: Fernando García Gimeno    
Algete a  14 de enero 2015

Aunque lo explico en mi libro Fernando el Africano (páginas 45/48), reitero lo mal que lo pasaron transcribiendo el relato que hace de ese hecho, Dolores García Cantús en su magnífica tesis doctoral.
A primero de septiembre de 1779, llegó a Santo Tomé la zumaca Concepción fletada en España por la Real Hacienda), al mando del teniente de fragata Guillermo Cardoner, Primo de Rivera la despachó hacia Fernando Poo para un reconocimiento de sus costas con el fin de establecerse allí. El 12 de septiembre Carboner llegó a una ensenada, situada en el suroeste, donde entró. “Reconocí y puse el nombre de Concepción. Aquí se bajó a tierra y se trató con unos 30 negros que se presentaron manifestando mucho agrado y confianza”.-  Carboner bordeó toda la costa de la isla hasta la ensenada de San Carlos, encontrando tres ensenadas al este (del Corral, de la Cruz e isla de los Pájaros) y cuatro al norte. También reseña en su informe el encuentro en la isla con un navío británico.
Con los informes de Carboner, los jefes de la expedición decidieron instalar el establecimiento en la ensenada de Concepción por tener agua en abundancia, leña y estar relativamente abrigada de las turbonadas. Después del intento fallido de reclutar trabajadores  cualificados. Primo opta por comprar 60 esclavos de una embarcación portuguesa para facilitar las tareas de desmonte, desecación, construcción etc. Todo ello notificado a Gálvez por Primo y Grandellana, ya que representaba la primero línea directa y oficial que hacían los españoles en el Golfo de Guinea. En febrero de 1780 los esclavos exhaustos a causa de los duros trabajos de infraestructura en la colonia y atacados de viruela, morían en masa o huían al monte. Pero todas estas noticias llegaron a Madrid después.
Mientras tanto, el 29 de noviembre de 1779, la flota española  se hizo a la vela para Fernando Poo, llevando víveres sólo para seis meses. A finales de febrero las enfermedades  habían hecho mella en la tripulación y los trabajos no podían realizarse porque cincuenta esclavos estaban enfermos de viruela y seis ya habían muerto.
El Santiago y la polacra Santa Engracia llegaron desde  Canarias el 20 de enero de 1780, a Príncipe. El primero quedó en la isla desembarcando los pertrechos ya que la ensenada de Concepción aún carecía de almacenes, la Santa Engracia se dirigió a Fernando Poo, desde donde Primo la despachó, con correo a la Península, pero fue apresada por los ingleses. En este correo se le comunicaba a Gálvez todos los infortunios ocurridos: las embarcaciones estaban atacadas por la broma (insecto que destruye la madera), las defunciones se elevaban ya a 85 y en el hospital había 54 enfermos, sin incluir los oficiales y cirujanos, también dados de baja” contando solamente con dos sargentos y 21 hombres, únicos que hacían el servicio de guarnición. Tan solo le quedaban a Primo cuatro carpinteros negros paralizados por el miedo.  Por otra parte las medicinas enviadas desde Canarias habían llegado en mal estado y la actitud de los habitantes de la parte norte de la isla no era precisamente amigable. Solicitaba auxilios y el envío de dos compañías de tropa y operarios de todas clases para lo que ya proponía “que se escogieran negros de la Habana o de Cartagena de Indias, acostumbrados a malos climas”. El gobernador de Santo Tomé, Juan Manuel Azambuja, enterado de las desgracias de los españoles, se ofreció a socorrer a Primo con 60 hombres, pero la ayuda quedó en proyecto porque el 2 de agosto anterior había llegado el navío Santiago procedente de Fernando Poo, esparciendo tales rumores que hicieron imposible formar el socorro con voluntarios por motivo del horror con que las noticias del establecimiento tenían preocupados a estos pueblos.
En Madrid conscientes de la desesperada situación en que se encontraban los restos de la expedición, el día 22 de agosto se había ordenado el flete de una embarcación neutral, con el fin de que no pudiese ser apresada por los ingleses, hacia Guinea. Y el 16 de octubre sin ningún conocimiento de lo que había ocurrido en África, Carlos III ordenó al virrey de Buenos Aires que enviase 50.000 pesos por medio de naves portuguesas que fuesen a Santo Tomé. 
De hecho mientras se estaban cursando esas órdenes, se desencadenaba en Guinea la tragedia final, un motín contra Primo de Rivera por parte de la tropa cuyo único objetivo era dejar el establecimiento como condición imprescindible para sobrevivir.
En efecto, durante el verano del motín, la situación de los pocos españoles que quedaban en Fernando Poo se hizo desesperada: los víveres estaban en mal estado y comenzaban a escasear, la harina había sido roída por las ratas. Casi todos los soldados que quedaban en el establecimiento estaban enfermos de escorbuto y todos temían la llegada de las turbonadas otoñales, famosas en el Golfo de Guinea.
Las circunstancias adversas de los españoles eran múltiples. Como afirma Palau Claveras al realizarse el sumario contra los amotinados. :
Todos hasta el mismo Primo de Rivera coinciden en afirmar la trágica situación de los españoles, sin alimentos o estar averiados, sin medicinas, ni facultativos, con fiebres, con muertes cotidianas, con deserciones continuas de negros, sin ayuda de la metrópoli, angustiada que estaba con los apresamientos ingleses, y con la marcha absolutamente necesaria de la bahía por el mal estado del amarre del único navío que les quedaba en condiciones de navegar.  
En efecto el navío Santiago al mando del capitán francés Sicart llegó el 19 de septiembre a Fernando Poo, procedente de Santo Tomé. El barco estaba ya en mal estado al salir de Canarias, quizás por ello su armador lo regaló a la Real Haciendasin más obligación que el coste del seguro, y al llegar a la isla se encontraba en el siguiente estado. :
Tenía toda la proa podrida, por dentro y por fuera, así como el palo trinquete, su verga, el bauprés rendidos, los trancaniles abiertos dejando pasar a chorros el agua a la bodega y deficientes los cables, siendo de opinión que el barco no podía resistir las primeras turbonadas.
Por lo tanto el Santiago, la última esperanza de a ropa española de salir de la mortífera isla, casi no podía navegar, Primo de Rivera dio orden al capitán Sicart de volver a Santo Tomé  para arreglar el barco y traer los socorros oportunos. Esta orden fue la desencadenante del motín pues los soldados que querían partir hacia Santo Tomé temieron verse nuevamente desamparados y olvidados durante otros seis meses. 
Además de las pésimas condiciones objetivas sufridas por los expedicionarios el ambiente psicológico era el terror y paranoia colectiva a causas de la conjunción de otra serie de circunstancias más objetivas.
Los bubis, que ya habían rechazado la dominación española desde el principio se volvieron más audaces conforme iba menguando la fuerza y cantidad de tropa. Las descripciones de enfrentamientos entre ambos grupos son continuas en el memorial del sargento amotinado, Jerónimo Martín, se deduce que el miedo a un ataque de los bubis una vez partido el navío fue un factor determinante.
Por otra parte según denuncia Claveras el trato del Primo de Rivera era duro. Como ejemplo y según juicio de valor: A palos obligaba a salir de las chozas a los negros que eludían la asistencia de misa. También se le acusaba de haber echado a palos del hospital al soldado Andrés Pérez mientras le gritaba “Maulón” tu lo que buscas es no trabajar” y a los pocos días moría, al soldado León no le permitió curarse y murió con una cadena puesta entre las piernas en trabajos duros. Y por último Félix García murió de un palo a las partes porque no había ido a oír Misa.
MIS COMENTARIOS
La razón asistió a los sublevados, ya que el mismo Primo de Rivera cuando se celebró el juicio en tierras americanas solicitó el indulto para los mismos y les fue concedido.
La verdad es que el fracaso del primer asentamiento de los españoles en aquellas tierras, hizo que se enfriaran los ánimos y hasta mediados del siglo XIX no  volvieron a emprender de una forma constante el asentamiento en aquellos parajes. Se puede afirmar que España estuvo en Guinea de una forma vigorosa cuarenta años. En 1930 todavía no existía la carretera que unía las dos principales poblaciones de la Isla de Fernando Poo. Los contactos con la Península se reducían a un barco mensual. En el Continente el comercio era con Bata y Kogo, junto a la costa, el interior era casi desconocido. Con el agravante que en esos cuarenta años, España sufrió una guerra civil que durante unos años aisló más esos territorios de la Península.
España hizo el cambio de tierras americanas con Portugal, pensando en establecer en aquellos parajes unos depósitos de esclavos y no tener que comprárselos a los ingleses básicamente, pero cuando se lo tomó de una forma mejor planificada, los ingleses astutamente convencieron a los países europeos a firmar el Tratado de la Represión de la esclavitud y además se erigieron en guardianes de su cumplimiento. De tal forma que sus navíos de guerra apresaban a los traficantes de esclavos y otras veces a barcos que efectuaban comercio en las costas del Atlántico, acusándolos de traficantes de esclavos. De esa forma controlaban el comercio con los africanos, especialmente el aceite de palma que precisaban para su incipiente industria de maquinaria.
Es una muestra más del fracaso colonizador de España, incluso en la Independencia de Guinea, si el los primeros tiempos hubieran ayudado al demencial Macias, facilitándole la Ayuda económica necesaria para la nueva administración o a Teodoro Obiang  al dar el golpe de Estado, le hubieran garantizado las fuerzas de su propia seguridad, hoy el floreciente comercio de Guinea y su petróleo estaría vinculado a España.