domingo, 10 de noviembre de 2013

Un 'hooligan' llamado Teodoro Obiang

Por: ALBERTO ROJAS
 
El presidente más longevo de África usa el fútbol como escaparate internacional de un régimen cleptómano blindado por sus enormes reservas de petróleoA los dictadores africanos les encanta el fútbol. El ugandés Idi Amin, el autodenominado ultimo rey de Escocia, era hincha del antiguo Hayes de Londres. Robert Mugabe, eterno tirano de Zimbabue, se confiesa mourinhista y del Chelsea. Eduardo Dos Santos, 33 años al frente de Angola, tiene al Real Madrid en el corazón.
 
En esta lista de la infamia no podría faltar el sátrapa más longevo de África, Teodoro Obiang, el autógrata de Guinea Ecuatorial, ex colonia española y próxima anfitriona de la selección. Consumado experto en pucherazos electorales, lleva 34 años al timón de un país que ha cambiado de constitución en cinco ocasiones para acumular más poder en su persona y en su familia.
 
Su afición por pisotear los Derechos Humanos nunca han sido un problema para que gobiernos como el de Zapatero en España, el de Sarkozy en Francia o el de Obama en EEUU firmen acuerdos que apuntalan su régimen de terror. ¿La razón? Guinea Ecuatorial chapotea sobre unas enormes reservas de petróleo de las que se obtienen 322.700 barriles al día, un goloso pastel por el que muchos líderes mundiales son capaces de rebajar sus estándares democráticos.
 
Ahora es el gobierno de Rajoy el que usa la diplomacia del fútbol para volver a poner en el mapa a Obiang, al que le encanta el deporte como máquina de propaganda. Por eso organizó el año pasado la Copa Africana de Naciones junto a Gabón y por eso invita ahora a la selección española.
 
No hay escaparate propagandístico mejor que un flamante estadio como el de Malabo, aunque la roja de África sea un rival menor comparado con Camerún, Sudáfrica o Egipto. En lo que sí es campeón el régimen de Obiang es en la censura de medios de comunicación, en encarcelar opositores y en la cleptomanía: su población sobrevive con dos dólares al día, pero él acumula una fortuna de 468 millones de dólares, más que la reina de Inglaterra.
 
Como sucede en otros países africanos ricos en petróleo, como Nigeria o Angola, la aristocracia de Guinea se ha vuelto adicta al champán y a los lamborghinis. Y en los barrios pobres de Malabo, que son todos menos uno, pueden faltar muchas cosas, menos una televisión con fútbol.