lunes, 16 de enero de 2012

"EL HIJO DE DIOS- V" por: EnengeA’Bodjedi

"EL HIJO DE DIOS- V" por: EnengeA’Bodjedi

El señor Ibiya y yo no sacamos nada en claro sobre la cuestión. El estaba de acuerdo en que aquello era, en parte, culpa de los propios Benga: en su opinión, en los últimos años habían adquirido malos hábitos, entre los que figuraban el matrimonio con niños. Aquello me sorprendió mucho puesto que los Galwa, también agonizantes, como, ya he mencionado, solo han adoptado esa costumbre recientemente. El afirma que hace cuarenta años era bastante rara entre los Benga y que antiguamente tanto los hombres como las mujeres solían tener más de quince o veinte años cuando se casaban. Actualmente, los hombres compran niñas como esposas para ellos y para sus hijos pequeños. Luego el señor Ibiya echó la culpa al ron, si bien admitió que también tenían mucho ron en la época de los prósperos balleneros y el esclavismo. De hecho, dijo que creía que la razón principal de su extinción había sido la indolencia que ese había apoderado de la tribu ahora que los incentivos para la actividad habían desaparecido, ya que en África la inactividad supone la muerte. También dijo, por supuesto como pastor cristiano, que sabía que lo mejor que había podido pasar era que el espíritu guerrero y sanguinario de los Benga se apaciguara, pero creo que se sentía como me siento yo cuando encuentro a unos cuantos paisanos míos que hablan de la crueldad de la guerra y de la necesidad de hacer un seguimiento de la población para que crezca, y de cosas por el estilo; solo que yo lo siento de forma más intensa que el señor Ibiya, porque no soy pastor cristiano y soy más salvaje que el.

Faustino Ruiz González nació en San Fernando, Provincia de Cádiz, y era el famoso soltero "Tarzan" que ordenó el asesinato del "King Kong" de los Fang en la colonia de Guinea Española, Acacio Mañe. José Menéndez Hernández escribió lo siguiente en su libro, LOS ULTIMOS DE GUINEA: EL FRACASO DE LA DESCOLONIZACION:

Allá por los años 1959 y 1960, cuando España todavía no estaba concienciada en conceder la independencia a la Guinea Ecuatorial, se produjo una molesta avulsión independentista en la persona de Acacio Mañe, que fue propalando por el Continente ideas (a juicio del Gobierno) subversivas. La situación devino incomoda, porque en muchos lugares se prestaba oídos a las arengas de Acacio Mañe.

Don Faustino Ruiz González, Almirante de la Marina Española y Gobernador General de la Guinea Ecuatorial, muy mal aconsejado, estimó que era preciso cortar por lo sano y se convino que había que hacer desistir a Acacio.

Se le aplicaría un tratamiento disuasorio. Pero a los ejecutores de la orden se les fue la mano y Acacio se les quedo en el sitio. Este resultado desafortunado provocó un cambio en las previsiones gubernamentales. Y se hizo necesario un expeditivo procedimiento.

Se organizó el modus operandi: cuando el Gobernador General recibiese un escueto telegrama, "El pescado está fresco," sería señal de que Acacio Mañe habría sido arrojado al océano, al modo como algunas repúblicas hispanoamericanas se deshacían de los disidentes, depositándolos en el mar con una pesada losa encadenada a los pies.

Don Faustino recibió el telegrama confirmatorio de la ejecución de Acacio Mañe en su despacho oficial. Se lo había pasado su ayudante...

Lo malo era que el telegrama dando cuenta de la ejecución de Acacio Mañe también llego a conocimiento de don Rafael Galbe Pueyo, Presidente del Tribunal Superior de Justicia de la Guinea. Y monto en cólera. Inmediatamente convoco al Fiscal y a los magistrados que tenían que constituir el tribunal.

Rafael Galbe era un hombre honesto, temperamental y vehemente; se decía que era miembro del Opus Dei. Estaba soltero y era de una gran rectitud moral.

El Fiscal era Antonio Fernández Dans. Muy alto y delgado, con un humor británico...

Juan de Miguel Zaragoza, Juez de carrera, igual que Rafael Galbe, era, por tanto, miembro natural del tribunal Superior. Pero para que este estuviera completo debían, según ley, formarlo tres magistrados.

Para los casos en que no hubiera suficientes jueces de carrera, el propio legislador había dispuesto que pudiera completarse el órgano jurisdiccional con magistrados suplentes. Y en tal condición se incluían al notario y al registrador de la propiedad (yo).

Rafael Galbe estaba excitado...Era necesario procesar a don Faustino, porque era la máxima autoridad responsable y porque, lógicamente, de él había partido la orden. Estábamos reunidos Rafael Galbe, como presidente del tribunal; Juan de Miguel, como Magistrado titular, el Fiscal y yo, que fui el último en llegar. A mí se dirigió Rafael Galbe. Me expuso todo lo que había ocurrido y resumió:

"Esto es un crimen y no podemos dejarlo impune. Ya he hablado con Juan y con Antonio y están de acuerdo conmigo en que es preciso procesar a don Faustino... No te oculto que formar parte del tribunal en un sumario como este te puede traer complicaciones y consecuencias desagradables..."

En los varios siglos de historia de la Guinea nunca se había producido una situación análoga. Un Gobernador General de Guinea era una especie de Virrey y resultaba insólito e inimaginable que alguien osara incriminarle.

El Gobernador podía fulminar a cualquiera…el Gobernador General podía decretar la expulsión inmediata de todo aquel que resultase “persona non grata.”…

El revuelo que se formó en los ámbitos oficiales fue importante. El Gobernador no se resignaba a que un Juez y sus colegas, personas todas sujetas a su indiscutible autoridad, trataran de empapelarlo. Pero aquellos no cesaban e iniciaron las actuaciones. La respuesta de don Faustino no se hizo esperar.

Es cierto que la Historia se repite. Y la persecución ideada contra Rafael Galbe recordaba la que siglos atrás ordenaron los gobernantes de su tiempo contra Sócrates. También al Presidente del Tribunal se le quiso implicar en una trama de corrupción de menores de manifiesta homosexualidad, en unos tiempos en los que las experiencias gays eran fustigadas virulentamente.

En Guinea la experimentación sexual era facilísima en contraste con el rigor religioso moral que, por aquellos anyos, regia la conducta de las chicas peninsulares…

La permisividad de las jóvenes guineanas hacía estragos en los muchachos españoles, acostumbrados a la rigidez de costumbres de las españolas, muchas de las cuales no permitían ciertas familiaridades a sus oponentes a la hora de bailar y ponían un brazo entre ellas y su acompañante a modo de escudo para que aquel no se aproximase excesivamente…

…Las miningas de catorce, quince, dieciséis y más anyos estaban receptivas a cualquier solicitud amorosa. Algunos quintos se aficionaban tanto a las morenitas o a las mulatas que terminaban prefiriéndolas a las blancas. Era una peculiaridad conocida y los amigos comentaban, “Fulano tiene el mal del ébano.”

Tenía su explicación. El contacto de las razas aborígenes con la naturaleza muchos siglos se traduce en que tengan un físico envidiable. Los braceros, los “boys”…tienen unos pectorales, unos bíceps, unos tríceps…y en general una musculatura que recuerda las estatuas griegas, si bien la patina epidérmica exhibe mayor melanina.

Con las mujeres pasa lo mismo. En la adolescencia y en la primera juventud tienen unos cuerpos gloriosos, sin un átomo de grasa, y también parecen esculturas vivientes. Además la mayoría de las féminas no tienen vello en los brazos ni en las piernas y desconocen los sacrificios de la depilación. Por eso su pie les suave y como pulimentada, como una seda humana… También era cierto que se estropeaban mucho mas rápidamente que las mujeres de las sociedades civilizadas porque se cuidaban menos y porque solían tener muchos hijos y desde muy jóvenes.

Galbe era consciente de la debilidad de los jóvenes militarizados frente a los encantos y condescendencias de las nativas. El ambiente era de gran facilidad. Los soldados tenían las tardes libres y no tenían que pernoctar en el cuartel. Y las chicas nadie les pedían cuenta de sus actos; tenían la misma libertad que los hombres para entrar, salir o quedarse a dormir donde quisieran.

Galbe, como miembro del Opus Dei, daba un gran valor a la pureza, que practicaba personalmente. Pertenecía a la austera generación de la posguerra y estaba educado en el vencimiento de las pasiones. Siguiendo sus firmes convicciones quiso hacer una labor proselitista con estos y otros jóvenes de la ciudad para evitar que se descarriasen.

Su labor apologética la realizaba en su residencia, situada en el mismo Palacio de Justicia. Allí se reunía con sus catecúmenos y trataba de disuadirlos de los fáciles encuentros con las miningas.

…en el África negra (como ahora en los sectores progres de España) no se aprecia la virginidad de la mujer, ni una vida recatada. Cualquier adolescente femenina lleva una vida tan libre, tan desenvuelta como la de un chico. Hay poquísimas excepciones, como algunas alumnas de las oblatas que, por motivos religiosos, observan la castidad. Pero se pueden contar con los dedos de la mano. La regla general es la de la libertad de las mujeres solteras…

A estas chicas de costumbres libres que a veces se iban a vivir con carácter permanente con un blanco se las conocía en Guinea con el nombre de miningas…

En esa predisposición a redimir a la juventud de sus fáciles instintos, encontraron las covachuelas gubernamentales su talón de Aquiles. Por varios conductos (uno de ellos el Policía Jaime Rojas) se empezó a divulgar por la sociedad la especie calumniosa de que Rafael Galbe era homosexual y que se reunía con los efebos para realizar prácticas inconfesables y perversiones en grupo. Si el infundio prosperaba significaba la total descalificación del magistrado, puesto que se pretendía involucrar su pretendida desviación sexual con la causa criminal por asesinato. El argumento era tendencioso: Galbe había instrumentado la instrucción de un proceso para vengarse del Gobernador General que había descubierto sus insanas inclinaciones.

La reprobación moral contra Galbe hubiese alcanzado proporciones imprevisibles si este mismo no la hubiese abortado de una forma contundente.

Conocedor de que uno de los que propalaban la información calumniosa era el Policía Rojas, el Magistrado le convoco ante la sede del Tribunal. De entrada, como era posible, el miembro de la secreta negó los hechos.

Galbe impaciente, corto por lo sano: ---Muy bien. Yo tengo pruebas concluyentes de tus infundios. Inmediatamente te voy a procesar por calumnia, con lo agravante que significa que el delito sea cometido por un funcionario público en el ejercicio de sus funciones. Lo siento, pero vas a arruinar tu vida.

Acto seguido llamo al Secretario Judicial.

En ese momento Rojas se derrumbo. Fue patético. Se puso de rodillas y alzó las manos, unidas en actitud suplicante.

---Por favor, te lo suplico. Tengo mujer e hijos. No sé qué va a ser de mi familia si me expulsan del Cuerpo. Yo obedecía órdenes. Te prometo que aclarare las cosas y que cesaran los rumores.

---Por el momento suspendo la iniciativa penal. Pero como las cosas no cambien, procederé con todo rigor.

---Yo te prometo…--farfulló Rojas.

El procesamiento de don Faustino no se hizo esperar. Y las reacciones sociales del Gobernador General, tampoco.

Continuará…